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Prensa Alcaldía |
No lleva capa ni corona, pero para su comunidad del barrio Lipaya, Shirley Marcilia Morales es una auténtica heroína. Madre de cuatro hijos, cuidadora de la tierra y líder del parque productivo, huerta comunitaria, ha convertido este espacio en un jardín de vida, aprendizaje y transformación social.
Su historia cobra especial relevancia en el marco del Mes de las Madres, donde su labor representa cómo el amor maternal también florece entre camas de siembra y ramas de tomate cherry, entre hortalizas y raíces como cebollín, habichuela larga, yuca, maíz, además de árboles frutales como papaya, plátano y mango.
Shirley hace parte de un colectivo de más de 30 madres huerteras formadas por el programa GenerActor, iniciativa del Distrito que promueve el liderazgo femenino y la seguridad alimentaria a través de la agricultura urbana. A ellas se suman 100 madres voluntarias que, con manos trabajadoras y corazones comprometidos, cultivan alimentos y comunidad.
El parque productivo de Lipaya no solo es un espacio para sembrar, sino un aula viva donde niños, jóvenes y vecinos aprenden sobre sostenibilidad, alimentación sana y trabajo colectivo. En cada planta crece un sueño compartido: que la ciudad se nutra de lo que brota de su propia tierra.
Una madre que cultiva con el alma
Lo que comenzó como una capacitación ofrecida por la Alcaldía de Barranquilla en alianza con Triple A, se convirtió para Shirley en una vocación. Desde enero de este año, su rutina cambió: cada mañana se alista con su ropa de trabajo, poniéndose las botas, toma sus herramientas y se dirige a la huerta con una convicción profunda. “Aquí encontré un lugar donde sembrar también lo que soy: paciencia, esperanza y cuidado”, afirma con una sonrisa tranquila.
Madre de cuatro, sembradora de muchos
Aunque en casa Shirley guía a sus cuatro hijos, en la huerta es también una madre simbólica para los vecinos, adultos mayores, niños y jóvenes que se acercan a aprender o colaborar. Desde el ejemplo, ha enseñado el valor del compromiso, el respeto por la tierra y la alegría de compartir lo cosechado. Ella no solo cultiva productos agrícolas, sino también una red de solidaridad y afecto, fomentando así la responsabilidad individual y grupal.
Del abandono al renacer productivo, gracias a una madre decidida
Antes de que Shirley y otros vecinos intervinieran el espacio de los 508 metros cuadrados de área cultivable recuperado por la Alcaldía de Barranquilla, el lote era foco de inseguridad y desorden. Hoy, gracias a su liderazgo, hay más de 40 camas sembradas, cinco de ellas a su cargo directo. Incluso colabora con compañeros que atraviesan situaciones de salud, reforzando su papel como cuidadora más allá de lo familiar. Su ejemplo ha dignificado la mirada sobre el entorno y ha despertado el sentido de pertenencia en el barrio.
Educar desde el ejemplo: una madre que enseña a amar la tierra
La vocación educativa de Shirley se refleja en cada jornada. Ha vinculado rutas escolares, madres comunitarias y niños a la huerta, convencida de que es en los primeros años donde se siembra el respeto por la naturaleza. “No hay mejor aula que la tierra misma, ni mejor lección que cuidar lo que da vida”, expresa. Así, esta madre ha logrado que niñas y niños de su entorno conozcan de plantas medicinales, reciclaje y agricultura urbana.
Inspiración en casa y en comunidad
Aunque sus hijos son nativos digitales, reconocen la labor de su madre y la apoyan grabando sus avances o compartiendo sus logros en redes sociales. Algunos la acompañan en jornadas de trabajo, entendiendo que en la conexión con la naturaleza también hay futuro. Shirley, desde su rol materno, ha logrado tender puentes entre generaciones, haciendo de su experiencia un motor de transformación integral.
Sembrar con amor, cosechar esperanza
El impacto emocional de este proceso ha sido significativo, pues Shirley asegura que ha fortalecido su autoestima, su capacidad de liderazgo y su empatía como mujer, como madre y como ser humano. “Ahora me siento más capaz, más útil. Estoy criando a mis hijos con el ejemplo y eso me llena de orgullo”. Su historia demuestra que ser madre no se limita al hogar: también se es madre cuando se protege la vida en todas sus formas.
Una cosecha que alimenta más que el cuerpo
Aunque la huerta aún no es completamente autosostenible, Shirley ya ha compartido podas y siembras de hortalizas y tubérculos como cebollín, habichuela larga, maíz, yuca, además de plátano, mango y papaya con otros vecinos. Lo que antes se compraba en un supermercado, ahora se cultiva en patios o materas gracias a sus enseñanzas. Además, ha descubierto el valor de plantas como la limonaria, el anís o el orégano, que hoy forman parte de su cocina y la de muchas otras familias.
Madre consciente, mujer resiliente
El liderazgo de Shirley también ha implicado aprender a convivir con personas diversas. En el grupo hay adultos mayores, jóvenes en rehabilitación, amas de casa y trabajadores informales. Ella ha sabido integrar, escuchar y mediar, aplicando valores que como madre ha desarrollado con creces: tolerancia, empatía y respeto. En cada jornada no solo siembra, también acompaña procesos humanos.
Un legado que germina día a día
Para Shirley, esta huerta es una herencia viva que dejará a sus hijos y a su comunidad. Quiere que más mujeres, especialmente madres, se sumen a estos procesos, ya que considera que este proyecto es medicina para el alma. Además, a manera de reflexión, aduce que en este lugar las personas aprenden a mirar la vida de otra manera. Y, con esa visión ha inspirado a otros barrios a interesarse por replicar la experiencia, como si su huerta fuera una semilla madre que se expande por la ciudad.
Apoyo que florece con esfuerzo, persistencia y dedicación
Aunque el respaldo de la Alcaldía de Barranquilla ha sido vital para el funcionamiento del proyecto, Shirley tiene claro que lo que sostiene cada planta es el compromiso diario. Por eso agradece las herramientas, las semillas y las capacitaciones, pero sobre todo valora la confianza depositada en líderes comunitarios como ella. “Nos dieron tierra, pero también nos dieron responsabilidad”, afirma de manera contenta, reconociendo en este contexto el rol estatal que en tal aspecto viene adelantando la Administración distrital.
Aprender mientras se siembra
Cada día en la huerta es una lección de crecimiento para Shirley, toda vez que ha aprendido a trabajar en equipo, a identificar plagas, a sembrar en asociación, a preparar compost y a hablar en público. Además, gracias a este proceso, ha descubierto habilidades que antes desconocía. Incluso ha dado charlas y grabado videos, demostrando que la maternidad también es crecimiento personal y profesional.
Madre ambientalista, líder de barrio y una visionaria
En su visión de futuro, Shirley sueña con una huerta más grande, un aula ecológica abierta y más madres empoderadas con tierra bajo las uñas y proyectos en el corazón. Asimismo, cree que el cambio empieza desde lo local y que Barranquilla, en el mediano o largo plazo, puede convertirse en un referente nacional de huertas comunitarias lideradas por mujeres.
Un ejemplo que florece en mayo
En este mes de mayo, en el que se conmemora el Día de las Madres, su historia merece ser contada porque en ella se cruzan el amor materno, la acción ciudadana y la esperanza ambiental. Pero, además de ello, es una mujer que demuestra que la maternidad no solo se ejerce en casa, sino también en el barrio, en la tierra y en la comunidad. Y porque como Shirley, hay muchas otras madres sembrando futuro sin hacer ruido, pero dejando raíces profundas.
Una madre, una huerta, una ciudad que florece
En cada hoja que brota, en cada semilla que germina, vive el espíritu de Shirley Marcilia Morales, una destacada madre que decidió sembrar vida en su barrio y terminó cultivando una comunidad más unida, más saludable y consciente. Su legado, sin duda, seguirá floreciendo.
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