Desde esta experiencia, considero que el futuro del comercio internacional colombiano está estrechamente ligado a tres necesidades fundamentales: diversificar los socios comerciales, incrementar el valor agregado de nuestras exportaciones e integrarnos de manera más estratégica con los polos emergentes de poder económico global, especialmente Asia y, en particular, China.
No obstante, para que este proceso sea sostenible y realmente beneficioso, debe ir acompañado de un conocimiento profundo y contextualizado de los modelos culturales, políticos y económicos de nuestros nuevos aliados. Aquí radica uno de los principales desafíos: el desconocimiento estructural que aún existe sobre China en Colombia, tanto en el ámbito empresarial como institucional y académico. Aún nos cuesta leer correctamente los códigos, las dinámicas y las prioridades de este país que, más allá de ser un socio comercial, representa una nueva manera de entender la globalización.
De cara al futuro, Colombia debe apostar por consolidar sectores con alto potencial en los mercados internacionales, como el agroindustrial, las industrias creativas, los servicios tecnológicos y la manufactura especializada. Sin embargo, la internacionalización sostenible de estos sectores requiere condiciones estructurales que hoy siguen siendo frágiles: infraestructura logística moderna, mayor integración regional y una capacidad negociadora fortalecida frente a actores globales con mayor poder económico y político.
Vincularnos a la Iniciativa de la Franja y la Ruta representa una ventana de oportunidades, pero también nos plantea el reto de prepararnos mejor como país, desde nuestras universidades, empresas y entidades públicas, para interactuar con un mundo que se transforma rápidamente. Solo así podremos insertarnos con inteligencia, autonomía y visión en las nuevas dinámicas del comercio global.
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